A principios de año pocos países se percataron de la magnitud de la catástrofe que se nos venía encima. Por supuesto España no estaba entre ellos., nos dimos cuenta todos, hasta nuestros gobernantes, que lo que estaba ocurriendo era ya una guerra sin cuartel que iba a golpear con fuerza a toda Europa. Era una guerra no declarada por ellos, sino por el clamor popular de las cifras de contagiados y fallecidos. Y comenzaron su labor los innumerables Comités de Expertos en los que muchos de sus miembros tenían inclinaciones ideológicas afines al equipo gobernante, como es habitual en democracias débiles.Qué lejos quedan ya aquellas primeras declaraciones del portavoz oficiales de la Moncloa ante las cámaras, negando la posibilidad de que el virus llegase a España, pero que si se produjera esta circunstancia estaría muy localizado y sin peligro de expansión.

Mientras tanto el novato Ministro de Sanidad,  tenía que enfrentarse a la peor crisis sanitaria y social vivida por España. Lo que ha sido increíble  es que el Sr. Ministro enviara a sus tropas, es decir a los sanitarios con sus médicos a la cabeza, a una lucha desigual. Sin armas, sin protección, sin medios y sin ideas felices. Unas veces era la ausencia de equipos de protección individual, otras la ausencia de batas homologadas, otras la carencia de mascarillas y guantes, y siempre la improvisación temeraria de los criterios políticos antes que recurrir a los clínicos.

La propaganda hacía el resto. Los medios oficiales minimizaban los daños, mientras la población observaba horrorizada como iban subiendo los contagios, los ingresos en UCI y sobretodo los fallecimientos.

Y llegaron los confinamientos y por fin el Estado de Alerta, y otra vez la incoherencia del propio Presidente y de varios de sus ministros, no cumpliendo el preceptivo aislamiento y cuarentena por tener familiares directos contagiados, en contra de las normas que machaconamente nos repetían todos los días, de que la mejor arma para combatir la pandemia era la reclusión y el aislamiento. Qué mal ejemplo.

Y conforme iban subiendo los contagios, los ingresos hospitalarios y los fallecimientos, España sufría como nunca había conocido en su historia reciente. Con los hospitales desbordados, hubo que habilitar Hospitales de Campaña, que sirvieron para poner de manifiesto el alto grado de preparación y compromiso del Ejercito y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

El confinamiento casi total del país ha conseguido frenar la invasión y por primera vez ha dado soporte veraz a las informaciones oficiales, pero quedan todavía batallas por ganar. El parte de guerra diario nos sigue golpeando con dureza. El voluntarismo de las autoridades sanitarias, nos dice, con cierto matiz de esperanza que ayersólo fallecieron quinientos pacientes. Dios mío, que atrocidad, ¿sólo quinientos?. Bueno no se queje, hay días que casi hemos llegado a los mil. Entonces , ¿vamos ganando esta guerra, o solo una batalla?

Los soldados de esta guerra, son los sanitarios. Cada uno en su escala y profesión, pero todos con inquebrantable actitudde servicio.

Pero en esta guerra también hay rehenes. Son como siempre los más débiles, los más desfavorecidos. Me refiero claro está a los residentes de Centros y Residencias de Mayores. Allí con su habitual situación multipatológica ymás o menos dependencia, anterior a la pandemia, han sido hechos rehenes del brutal virus. La honrada lucha de muchos Directores de Centro, no han bastado para contener el contagio. La incompetencia o quizás el abandono inconsciente de la Administración les ha hecho rehenes del sufrimiento o incluso de la muerte. Solo hace falta ver las cifras de contagios y de fallecidos en estos Centros para darse cuenta de los fallos cometidos.

En todos los escenarios mencionados ha habido fallos lamentables. Desde tésts diagnósticos inservibles por defectuosos, hasta batas y mascarillas no homologadas que han motivado denuncias y retirada de estos materiales. La falta frecuente de material de protección para sanitarios ha sido de tal calibre que recientemente el Tribunal Supremo ha ordenado al Gobierno que ni un día más tenga a sus médicos y sanitarios sin la debida protección. Qué vergüenza. Además la tardía declaración de Estado de Alerta, nos ha penalizado en contagios, hospitalizaciones y lo que es mas terrible en fallecimientos. Y hablando de fallecimientos entramos en los sin sentido mas dolorosos. Como puede la Administración Central del Estado, alardear de Mando Unico por Decreto y desconocer o mentir sobre los españoles fallecidos. ¿Cómo pueden no coincidir los Registros Civiles de fallecidos con las cifras que aporta el Ministerio de Sanidad?. ¿Cómo intenta el Dr.Simon como Jefe del Centro de Emergencias Sanitarias, hacernos creer que todas las Comunidades Autónomas están equivocadas y el Ministerio de Sanidad es el poseedor de la verdad absoluta?. Que insulto a la inteligencia del pueblo español.

Después de meses de desproporcionada lucha en que los sanitarios lo han dado todo, comienza a verse una luz de esperanza. Hemos pagado un alto tributo.  Somos el país con más contagios por millón de habitantes de todo el mundo. Y nuestros sanitarios son los más contagiados. El dolor y sufrimiento de tantas familias no puede quedar impune. La incompetencia, la ineficacia y la falsedad pasan siempre factura. Por cierto que terrible soledad en las alturas presidenciales deben aportar las más de veintidós mil familias que han sufrido alguna perdida. La acción de la Justicia es fácil, pero compleja. Es cuestión de aplicar preceptos y normas jurídicas sin interferencias políticas. Pero siempre hay resquicios. El que un gobernante no sea justo, leal y sincero con su pueblo es mucho más difícil de entender.

Juan Manuel Contreras Ayala

Observatorio de la Sanidad del Real e Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Sevilla