El Colegio Médico del siglo XXI: renovarse o enterrarlo
Médico soy, muchos de vosotros me conocéis. Al resto se lo digo así: en esto me metí desde que empecé la residencia en el 89, actividad clínica cien por cien desde entonces.
Hasta ayer por la mañana, del Colegio Médico era poco o nada en mi vida profesional. Una cuota y los seguros. Saber que era obligatorio y poco más. Creo que, en lo elemental, es lo que piensa gran parte de mis colegas. Al público, ni preguntarle siquiera. Probablemente te respondan: “¿existen todavía esas cosas?”.
Existen, sí, señor, y ahí estoy, en el Colegio de Sevilla desde primavera, luego os digo el porqué.
Los que me conocen –que ya van siendo algunos– saben que uno nunca está en los sitios por estar, por hacer bulto. Ya decliné mi presencia en la candidatura anterior, inseguro de lo que podría aportar. Porque de eso se trata, en suma: para qué puede valer uno, en un determinado lugar, cuál es su valor añadido. Y si es ninguno, a la calle, y a buscar alguien mejor.
Me pongo a examinar la legislación que sustenta el funcionamiento de los Colegios Profesionales –no solo los Colegios Médicos– y me encuentro que nos remontamos a una Ley del 74 –no se estremezcan, por favor-:
Dada en el Palacio de El Pardo a trece de febrero de mil novecientos setenta y cuatro.
FRANCISCO FRANCO
El Presidente de las Cortes Españolas,
ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE VALCÁRCEL Y NEBREDA
Con muchos parches y actualizaciones posteriores, el último en 2012. El cuerpo normativo que nos ampara es, pues, de la época en que se construye el edificio del Real e Ilustre Colegio de Médicos de Sevilla, en la avenida de la Borbolla.
Podemos pensar que la institución es obsoleta. Rancia. Apolillada. Hogar y refugio de eminencias jubiladas, actualmente desocupadas, pero alejado de las aristas y las necesidades de un día a día del ejercicio profesional que se cuece –y duele– en otros lugares. Eso pensaba yo. Eso pensamos muchos. Eso piensa una masa crítica profesional, diría yo. Aceptemos el aserto y su consecuencia: mejor contribuir a su demolición y a otra cosa.
Sigamos por esa línea –lo de eliminar los Colegios Médicos-. Y lo mejor es un poné, si ustedes me permiten escribir así. Un zutanito o zutanita de copas, que pone un chiringuito en la Buhaira, diciéndose doctorado en Yale. Va y pregona su eminencia que dejen ustedes de ir a darse quimio al Virgen del Rocío –muerte segura, oiga-. Que él o ella les ofrece un tratamiento comprobadísimo por un pastizalito de nada, y el cáncer se les esfuma, oiga. El chiringo abierto mañana, tarde y noche. Y el tipo o tipa matando. A ver quién le pone coto y cómo.
Insistamos en esa línea –los Colegios Médicos bien muertos-. Supongamos que lo de ponerle coto a los curanderos pasa a los inspectores del Servicio Andaluz de Salud. Les comento que la idea fue grata en su momento al SAS, que acarició lo de hacer la colegiación voluntaria y sustituyó en sus procedimientos el número de colegiación por un código propio. Nos planteamos, empero, cómo naciones como Gran Bretaña mantiene al General Medical Council, por ejemplo. Subyace allá la idea de que la concentración de poder –y el sanitario es uno– es contraria al interés del ciudadano, y de que, por el contrario, la separación de poderes redunda en su beneficio.
Eliminamos los Colegios Médicos y, en lo público, el ciudadano andaluz se queda sin contrapoder al Sistema Andaluz de Salud. Solo le queda organizar una buena algarada. Bueno, ya lo están viendo en tantas partes de Andalucía: lo de Jesús Candel, Paloma Hergueta y la gente de Málaga, entre otros ejemplos. ¿Razones para la conflictividad…? De entrada dos, a mi juicio: el insufrible despotismo mediático-sanitario de la Junta (tema de otros posts) y lo apolillado de la institución colegial, a lo que hacía referencia al inicio del artículo. Pero, enseguida, el problema se me antoja más complejo.
Lo planteable, desde el punto de vista del que les escribe, no es la vigencia o la necesidad de los Colegios Médicos, sino su naturaleza, contenido, vocación y actividades. La perentoriedad de una puesta al día que los deje diáfanos, de la cabeza a los pies.
La ley del 74, con sus sucesivas modificaciones, se nos cae a jirones. La función de un Colegio Médico no es proteger la profesión, sino al ciudadano, que en el texto está representado humildemente en el artículo 12, de forma sucinta y compartida.
Un Sistema Público de Salud abrumado por los costes y la necesidad de eficiencia –interpretada como sea-, sometido al doble lenguaje y a los maquillajes, a las exigencias de calendarios electorales y restricciones presupuestarias, machacado por políticas erráticas y toscas de recursos humanos y gravísimas desorientaciones en cuanto a asignaciones de recursos (desatención de Atención Primaria, por ejemplo), hace tiempo que ha perdido credibilidad y liderazgo en el cumplimiento de las misiones derivadas del artículo 43 de la C.E. y de la Ley General de Sanidad.
Pese a lo anterior, el poder político que lo sustenta lo emplea descaradamente para su propaganda mediante el uso abusivo de unos medios afines y mercenarios. De este modo, se invita a pensar al ciudadano que cualquier disfunción o carencia es puntual o está en vías de corrección, y que su denuncia es obra de una oposición torticera y malevolente.
De este modo, la necesaria renovación de los Colegios Médicos exige abrirlos a las inquietudes de la ciudadanía, de colectivos de especial fragilidad o en situaciones de especial riesgo, y hacerse así espacio de encuentro entre profesionales –no solo médicos, no solo sanitarios– y gente interesada donde se hable con libertad, con repercusión mediática, con la simple intención de debatir sobre problemas y soluciones fuera del ojo del Gran Hermano institucional, lejos de los intereses de cualquier tipo de patrocinador.
Al comienzo del artículo expresé cómo mi vinculación con el Colegio de Médicos de Sevilla había cambiado súbitamente en esta primavera. No me resisto a exponer de modo sucinto algo acerca de los motivos de esta mutación. En efecto, detecté en la candidatura entrante la determinación, la energía y el caldo de cultivo adecuados para permitirme vehicular las inquietudes de las que les hablo: que el Colegio Médico de hoy no puede ser búnker corporativo, ni trinchera profesional. Es foro, es ágora, y solo exige cuota a los colegiados. La gente asiste libremente y expresa sus inquietudes. Se les responde, y las respuestas generan más preguntas, como Sócrates nos enseñó hace dos mil y pico de años.
Si así avanzamos un paso o dos, algo habremos logrado respecto a construir espacios de conocimiento en libertad. Si legamos lo mismo a los que vengan, que se nos avergüence.
Federico Relimpio Astolfi (@frelimpio)
Director General de Comunicación con los Colegiados del RICOMS
hiringuito, no te honra, pues hay que hablar bien y con sus lexicos correspondientes y no de sainete. Todos lo hubieramos entendido con lo que has querido explicarnos con un ejemplo. Somos adultos y se sobreentiende que con un cierto nivel cultural. No te enfades conmigo porque te sigo en tus otros comentarios. LUCHEMOS TODOS LOS MEDICOS POR TODOS NOSOTROS Y APARQUEMOS DE UNA VEZ LOS MILLONES DE INDIVIDUALISMOS QUE TENEMOS