A vueltas con la Primaria
Financiación insuficiente, empeoramiento de las condiciones laborales, mínima participación en la toma de decisiones, escasa presencia en la universidad,… son algunas de las causas, que ya resulta reiterativo enumerar, de la progresiva pérdida de peso que viene sufriendo la Atención Primaria (AP) dentro de nuestro Sistema Nacional de Salud.
La AP, a pesar de todo, funciona, resuelve el 90 % de los problemas que se le presentan cada día, es apreciada por los pacientes y ensalzada por los políticos, pero urge implementar una serie de cambios, tanto en la estructura, como en la organización y en las herramientas que deben estar en sus manos, para que pueda ser el eje real, que no virtual, del Sistema Sanitario.
Son necesarios cambios a todos los niveles. Cambios en el sistema, aumentando los recursos de que dispone y el número de profesionales que trabajan en ella. Cambios estructurales en los equipos, ajustándolos mejor a la población a asistir, con espacios e infraestructuras adecuadas que permitan horarios ajustados a todos los profesionales y que posibiliten cumplir con las expectativas de la población. Cambios en el modelo de gestión de estos equipos, tanto de la gestión económica, como de la gestión de los procesos propios de la AP, como de su continuidad con Atención Hospitalaria. Nuestro modelo sanitario debe dejar de ser un modelo hospitalocentrista y pasar a ser un modelo basado en la AP.
Para el mantenimiento de un AP fuerte y eficaz no basta con la oratoria favorable de los políticos, es necesario pasar a los hechos: se puede subir al menos un punto el porcentaje de PIB que dedicamos a sanidad, muy por debajo de los países de nuestro entorno, y destinar a la AP un 20 % de los presupuestos sanitarios públicos para consolidar una AP fuerte, resolutiva y de calidad, capaz de coordinar todos los servicios que necesitan los pacientes, especialmente los crónicos; se puede mejorar la coordinación entre AP, hospitalaria y sociosanitaria, con lo que aumentaría la efectividad del sistema y se evitarían solapamientos y duplicidades de actuaciones y pruebas diagnósticas; se puede despolitizar la gestión y conceder un mayor papel a los profesionales en la gobernabilidad del sistema. Se puede y se debe trabajar seriamente en la mejora de nuestra AP.
Sin AP no progresamos en salud y sin salud no avanzamos en bienestar y desarrollo.
Miembro del Grupo de Atención Primaria de la OMC
Sea el primero en comentar.