Decálogo del hartazgo (de una profesión insostenible)
Resulta, cuanto menos, curiosa a la vez que paradójica la situación del médico español y, por ende, e incluso más agravante aún, la del andaluz: nuestra profesión es, desde siempre, una de las más valoradas y reconocidas por la ciudadanía puesto que velamos por la salud de los demás y salvamos sus vidas. ¿Lo hacemos de forma totalmente vocacional? Desde luego; si no, sería imposible ejercerla a corto plazo. Pero, ¿significa eso que las administraciones nos pueden vejar de la forma en que lo hacen en la actualidad? ¿Significa, asimismo, que no se reconozca y gratifique nuestra labor profesional de manera más justa y merecida? ¿Que el futuro de nuestros jóvenes facultativos se presente lleno de incertidumbre? No. Y, sin embargo, está ocurriendo… y ya estamos hartos.
Hartos de “tapar”, con nuestra denodada labor, las carencias producidas por los brutales recortes en sanidad que sufre la ciudadanía cada día en hospitales y centros de salud.
Hartos de ver cómo se tambalea todo el sistema porque se deja de invertir lo necesario para el correcto mantenimiento de los centros.
Hartos de leer en los medios noticias de cómo el SAS paga millones de euros de más a sus directivos mientras recorta personal para la asistencia sanitaria de sus contribuyentes.
Hartos de sentirnos manipulados en manos de algunos directivos que, en ocasiones, sólo han visitado un hospital por culpa de un cólico nefrítico.
Hartos de recibir un salario base que apenas supera los 1.100 euros en nuestro país, tan lejos de lo que reciben nuestros compañeros de países tan cercanos.
Hartos de convertirnos en intermediarios de las numerosas chapuzas administrativas ante los pacientes.
Hartos de ser diana de agresiones por parte de pacientes y familiares que no nos consideran autoridades públicas.
Hartos de contratos basura a jóvenes profesionales muy preparados que optan por hacer las maletas con un sentimiento de incertidumbre y decepción.
Hartos de observar cómo cada día muchos de estos jóvenes, talentos de nuestra profesión, han de marcharse fuera de nuestras fronteras para continuar su investigación y consolidar allí su carrera profesional.
Hartos de mirar a los ojos de los estudiantes de Medicina y decirles que el presente es gris y que el futuro no pinta mucho mejor si no cambia todo.
Y, pese a todo, pese a este terrible hartazgo que nos subyuga, no nos hartaremos nunca de ser médicos: la mejor profesión del mundo. Es hora de actuar.
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