Tenemos que hablar de la medicina privada
Ponerse la bata, atender, escuchar al paciente y cuidarlo cuando más lo necesita. Y así, día tras día. Esta es la base de nuestra profesión, base que, a veces, se desequilibra por los cambios que sufre el sector de la medicina privada. En este sentido, cuidar no solo es importante para el que recibe atención sanitaria, sino también para el que la da. En este sentido, el profesional médico es una figura cada vez más dañada por la débil situación del entorno en el que se envuelve.
Sabemos que los cimientos sobre los que se sustenta la sanidad privada no están relacionados con las innumerables deficiencias del sistema público que tiene nuestro país (especialmente agravados en Andalucía). Sin embargo, ambos sectores sufren numerosas atrocidades que luego se plasman en el descontento del profesional y, por tanto, se vierten en su trabajo diario en forma de agotamiento, tanto físico como mental, o en déficit de motivación. Por poner varios ejemplos, la mayoría de nosotros está en desacuerdo con la relación laboral y con las retribuciones que las aseguradoras sanitarias nos ofrecen; igualmente, contamos con poca representatividad en los centros hospitalarios, estamos perdiendo cada vez más fuerza debido a intereses externos y, como consecuencia de ello, llevamos cerca de dos décadas sin notar en nuestros honorarios un aumento digno, mientras que las pólizas y los beneficios de estas compañías no dejan de crecer. A esta insostenible situación se suma la fuga de muchos de nuestros jóvenes médicos al extranjero en busca de un futuro mejor y la intrusión de muchos lobbies en la vida del facultativo.
Y ante tamaña avalancha de situaciones insoportables, lo que urge es hablar y proponer soluciones; de ahí que el II Congreso Nacional del Ejercicio Privado de la Medicina debe ser un encuentro donde todos los profesionales aunemos soluciones que palíen nuestra falta de libertad; para que nuestra situación se conozca y nos escuchen de una vez por todas; para que la retribución de los médicos españoles se adecue a la de sus vecinos europeos y para que la relación médico-paciente se fortalezca, entre otros aspectos que también necesitamos afrontar.
En definitiva, exigimos una profesión limpia y libre de irregularidades, y este debe ser un escenario de debate –hasta ahora casi inexistente- donde se propicien nuevas ideas, se aclaren los contratiempos y se consensuen soluciones para que el futuro de la profesión no encuentre más piedras por el camino. La ética y la deontología médica han de estar presentes en todos nuestros centros, así contribuiremos a crear un entorno saludable –nunca mejor dicho- en el que los nuestros médicos tengan el papel que les corresponde.
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