El Garrobo
El Garrobo, Sevilla. 789 almas según el INE, 2018. Bastante lejos de la capital, o la capital, lejos de El Garrobo, según se mire.
Pero yo les escribo porque, desde las primeras horas del pasado sábado 24 de agosto, el pequeño pueblo se acaba de convertir en epítome de varios problemas de calado, sobre todo sanitarios. Así, sin que un solo diario local se haga eco de unos sucesos denunciados y que, a la hora de escribir este post, tienen un impacto sustancial en redes sociales.
Les pongo en algunos antecedentes, pidiéndoles perdón de antemano. En buena medida, por remachar sobre asuntos ya conocidos. Aunque, por lo graves, nunca agotados o suficientemente abordados con la seriedad merecida.
De la España vacía ya saben de sobras, aunque a El Garrobo no se le aplique de igual manera. Ello es una verdad sangrante en la Castilla interior o en Aragón, y se pone de manifiesto en las fotografías nocturnas, tomadas por satélite. Aquí en Andalucía, el impacto es algo menor, aunque también innegable. El fenómeno se extiende a otros países de Europa y exige un análisis más profundo del que puedan procurar estas líneas.
La defensa del medio rural trata de todo un modelo territorial, con sus implicaciones sociales, económicas y de dotación de servicios públicos. Escuela, Enseñanza Secundaria, Sanidad Pública, Transportes y Abastecimientos y una miríada de ítems que configuran una política concreta, sostenida en el tiempo, y que indican si un Estado apuesta por un territorio o lo abandona a su suerte.
Abordamos hoy solo un aspecto puntual de lo anterior, como es la cobertura sanitaria pública del medio rural. Y en un aspecto parcial, como es el de los recursos humanos.
En una perspectiva reciente, de algunas décadas, venimos de una época feliz para los gestores sanitarios. La gran burbuja de médicos parados generada a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado aseguraba una gran disponibilidad de mano de obra, silencio sindical y aceptación de las condiciones que les quisiesen dar. Había que cubrir, por ejemplo, una baja de dos días en la Sierra de no sé dónde, y tenía uno que estar disponible a las ocho del día siguiente, vehículo propio. Si no aceptaba, no se le volvía a llamar. Con tal facilidad, nadie en las altas esferas se ocupó de hacer previsiones acerca del futuro.
Pero el futuro llegó, está aquí, en forma de oleada de jubilaciones, sobre todo en Atención Primaria. Y los sorprendidos gestores miran las bolsas del paro vacías, descubriendo la nada familiar idea de que un señor o señora de once años de formación vale su peso en oro. Un oro que nadie tiene dinero para pagar… en España, claro.Porque al norte de los Pirineos conocen bien a nuestros chicos Erasmus, que hablan idiomas y tienen formación homologada. Ofertas para ellas y ellos hay, a manojitos, a un clic. Ahí están los datos de la Organización Médica Colegial. Tenemos ya a miles de médicos fuera de España. Todos los que no encuentran nuestros gestores para cubrir los agujeros que les siguen apareciendo, de la noche a la mañana, en unas condiciones laborales que siguen sin cambiar.
Hay una España vacía y también una Francia vacía. Y me consta que las dos preocupan a sus dirigentes. La diferencia está en que la segunda está dispuesta a contratar a médicos españoles para garantizar servicios públicos como parte de una política territorial. La pregunta es si España se ha dado cuenta de que tiene un problema al respecto y de dónde va a sacar estos facultativos para implementar su política, si es que la tiene. Porque si llega a traerse extranjeros, y superan lo de la homologación, es muy probable que crucen los Pirineos, a la primera de cambio.
Un ejemplo del problema lo vimos el sábado, en El Garrobo, pueblo con el que comencé este artículo. El Distrito de Atención Primaria informó al Ayuntamiento que restringía la actividad del punto de urgencias 24 horas. Los sábados y domingos tendrían que desplazarse a una localidad vecina, a pocos kilómetros.
Y la reacción popular —organizada — no se hizo esperar. Como forma de presión, un grupo de personas (unas cien, aproximadamente) se plantan muy temprano en el punto de urgencias el sábado por la mañana, ocho horas, al final de la guardia, e impiden a la facultativa abandonar el pueblo. Su automóvil, bloqueado con otro, a modo de barrera. Que no se iba de allí hasta que el Distrito enviara al relevo. Lo que les digo.
Consta el aviso y la llegada de la Guardia Civil, sin que fuera capaz de escoltar a la facultativa hasta la salida. Y que solo se resuelve la cuestión al prestarse otra facultativa a reemplazar a la saliente, tras varias horas de retención — por llamarlo de alguna manera —.
Decir que no me atrevería a narrar estos hechos, de no estar convenientemente denunciados. Sin embargo, ignoro cuál puede ser la tipificación de los delitos y la capacidad de demostrarlos. Si se puede identificar un culpable o no, por ejemplo. Espero algo más, sin embargo, del conocimiento y calado en la opinión pública. Y, enseguida, tengo que matizar el aserto.
Muchos de los que me leen probablemente simpatizan con los puntos de vista de los vecinos de El Garrobo y con sus reivindicaciones. Piensan, sin duda, que su lucha es justa, y que no se hace ningún mal de consideración por retener contra su voluntad a una médica saliente de guardia por unas horas. Pensarán, sin duda, que la medicina es una profesión vocacional y que su posición social exige estos sacrificios.
Frente a este punto de vista, debo recordar que la médica también es una trabajadora, como los demás. Que llevaba veinticuatro horas de guardia — algo que, por cierto, debería desaparecer del funcionamiento de nuestra Sanidad Pública, por inseguro para los pacientes —. Y que retenerla contra su voluntad es delito. Y además, un ultraje. Una ofensa. Una agresión. Algo inmerecido, para quien les ha estado realizando un servicio durante veinticuatro horas. Dice mucho de ustedes, la verdad.
Que si no llega a ser punido, por las peculiares características del funcionamiento de nuestra Justicia, sí será muy tenido en cuenta en la conciencia de la profesión médica. Sobre todo de una Atención Primaria más que castigada y harta. Gentes que se negarán a estar en el brete de ser rehenes de nadie, en sus luchas por preservar los estándares asistenciales.
Federico Relimpio Astolfi
Miembro del Observatorio de la Sanidad del RICOMS
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