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Atención Primaria: crónica de un estallido anunciado

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Atención Primaria: crónica de un estallido anunciado
Atención Primaria: crónica de un estallido anunciado

Acabo de leerlo: “nuestros objetivos”, dicen, como si fuera algo particular o laboral. Yo os invito a echarle un ojo tranquilo. Me da la impresión de que los médicos de Málaga no se dan cuenta de todo el poder de su manifiesto. Os lo cuento.

Lo de Atención Primaria no es de ahora. Esa canción me suena de cuando yo era chico. Tan bonita era, que a punto estuve de meterme en la especialidad en el 88, cuando mi rotatorio en el Centro de Salud de Bellavista con el doctor Pablo Bonal.

No me quedé yo por aquellos vericuetos. Una ráfaga de aire recalentado me insinuó que allí había una ración de idealismo y, detrás, diez toneladas de cinismo juntero. Tres décadas y una crisis monumental para hacer de aquellos idealistas del “Salud para todos en el año 2000” una tropa de oficinistas más o menos achicharrados. Un ejército cabizbajo, atosigado por gentes de difícil calificación, que les chillan con lo de los objetivos de gestión, dejándoles luego más que tiraos frente a las necesidades asistenciales de cuarenta a sesenta criaturas diarias. Y, de estas, dos alimañas que se creen que amenazando o insultando – cuando no verbos peores – pueden imponer prescripciones, derivaciones o cualquier otra medida que se les niegue o se les demore.

Me preguntaba yo cómo aguantan, mis compañeros y compañeras. Cómo soportan un día a día cuyas posibilidades concretas son contrarias a la ciencia, a la asistencia y, si me apuran, contra el simple expresar qué le pasa a uno.

Que cuatro a seis minutos por paciente no dan pá ná, oigan, pá ná de ná. Ni pádecir: «me duele la garganta, oiga, desde tal día, más al comer, pero a veces incluso de madrugada». Ni pádecirle al buen señor que se desnude, porque al empezar a desabrocharse ya se tiene que largar, oiga, tiempo obliga, que tiene que entrar el siguiente. Ya fastidia abrir el programa – el infame DIRAYA, sépase -, que antes de prescribir te espeta si estás seguro si el medicamento que vas a poner se adapta a lo dispuesto por la Junta para este tipo de cosas.

Me preguntaba yo cómo aguantan mis compañeros y compañeras cuando llega un verano y se toman las vacaciones, sabiendo que al regresar te toca currar el doble porque no hay cobertura para el que descansa. Lo que hay, oiga.

Me preguntaba también cómo aguanta la gente este infierno sanitario década tras década sin pasarle factura a un gobierno regional que así de mal dispone y permite. Una Junta asesina– así la llamé, en un artículo, y así la vuelvo a llamar –, que con los peores estándares en Salud proporciona los peores estándares en asistencia y, con ello, se arroga de tener una Sanidad Pública guay del paraguay. Machacona insistencia en lo de “Andalucía imparable” y “las mejores manos” con unos medios compraos o vendíos, qué más da: farsa monea, mentira podría.

En esto, el grito de los de Málaga. La Primaria: “¡Basta Ya!”. Pues eso. Lo que escribía, al principio del artículo. Como un niño en la casa del pobre: “papá; tengo hambre”.

Tenemos todos hambre de Atención Primaria, Susana. De las cosas bien hechas. Que no es de ayer, ni de la crisis. Es de hace tres décadas. Pero a vosotros se os acabó el crédito con la Sanidad Pública en Andalucía, Susana. Se acabaron las explicaciones facilonas y los palabros técnicos de los consejeros y los altos cargos.

Solo hay una recomendación para lo de Atención Primaria de Málaga: leéroslo. Solo una actitud posible: apoyarlo sin fisuras. Porque no es una cuestión profesional, dígase ya. Es una cuestión ciudadana. Una cuestión de Salud Pública – y no, no la confundo con asistencia sanitaria -. Una cuestión de la defensa verdadera del artículo 43 de la Constitución Española y de la Ley General de Sanidad.

La Atención Primaria no puede relegarse más, sin disolverse. No admite más tiritas, sin arriesgarnos a la irrelevancia o la desaparición. No puede llamarse la “Joya de la Corona”, sin una sonrisa de cinismo.

La de unos responsables que esgrimen palabrería mientras le quitan presupuesto y prestigio para darle cargas, restricciones y controles. Y todas las trabas del mundo para realizar sus cometidos: una asistencia de calidad.

Si al estallido de Málaga no responde la Atención Primaria de toda Andalucía, quedaremos a la altura de los cínicos que nos gobiernan. Si al estallido de la Primaria no responde la solidaridad de toda la Sanidad Pública y la ciudadanía, solo queda una solución: seguir votando lo mismo, durante una generación, seguir sonriendo y besando la mano que finge procurar nuestra asistencia sanitaria. Una mano bien vestida con el guante de la hipocresía. Y tan contentos.

Federico Relimpio Astolfi (@frelimpio)
Director General de Comunicación con los Colegiados del RICOMS





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